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La Educación no interesa

Congreso Pedagógico ignorado por la prensa limeña

Por Ismael León Arias

Entre el miércoles 12 por la tarde y el sábado 15 a la misma hora, tuvo lugar en el colegio Alfonso Ugarte, de San Isidro, el Primer Congreso Pedagógico Internacional, con asistencia de unos 800 directores de escuelas de Lima, un puñado de prestigiosos expositores, funcionarios de la Dirección de Educación de Lima Metropolitana, todas las UGEL y el municipio de Lima Las conferencias y debates fueron silenciados por la mayoría de los medios, con la fugaz excepción de Canal 7 y Radio Nacional.

Ningún diario –comenzando por El Comercio-, tampoco los canales y radioemisoras privadas de televisión en señal abierta y cable, con Radio Programas del Perú a la cabeza, le dedicaron a la reunión que duró cuatro días, ni un centímetro en sus páginas, ni medio minuto en sus espacios. En cambio, el asesinato de 20 escolares norteamericanos y el gol de Paolo Guerrero, en Japón, ganaron largamente el rating, secundados por los debates en La Haya y la campaña contra la revocatoria de Susana Villarán. Acusando el golpe, en lo que le toca, el ministro del Interior, Wilfredo Pedraza, declaró el lunes a La República: “A la prensa sólo le interesa el morbo”.

No es uno contra otro

Era imprescindible que el crimen de los chicos americanos como el gol de Paolo ocupen la principal atención, pero eso supuso para todos los editores expulsar de la agenda pública el tema del Congreso, habida cuenta la pobreza educativa de nuestros escolares. Por ejemplo, de qué modo apoyar desde el hogar a los maestros, por qué caminos fomentar la convivencia escolar, técnicas para proteger la primera infancia, cómo hacer para que los niños aprendan sin olvidar las matemáticas y se interesen para siempre en la literatura, fueron borrados del mapa.

Por decisión de los gerentes de los medios, padres de familia y maestros peruanos se perdieron, aunque fuera síntesis para el consuelo, las exposiciones del filósofo y educador colombiano Bernardo Toro Arango; así como de Gloria Helfer, Edmundo Murrugarra, José Rivero y Marcos Tupayachi. Del mismo modo se le negó al público las ricas experiencias pedagógicas de las directoras Gloria de los Ríos y Ana Quiroz, en las escuelas Barcia Bonifatti y José Antonio Encinas, ambas realmente emblemáticas, como Fe y Alegría 58, de Jicamarca.

A la misma hora que en el Primer Congreso Pedagógico Internacional se discutía cómo impedir que la violencia irrumpa en las aulas y las  mentes de los niños, los canales limeños se regodeaban con el crimen de Newtown, incluyendo escenas dolorosas, pormenores técnicos de las  armas empleadas y descripciones del asesino. En la misma línea y casi en éxtasis, un Canal de señal abierta revelaba detalladamente cuántas horas pasó en el penal de Barbadillo con su jefe  Alberto Fujimori la congresista de certificados fraudulentos, María del Pilar Cordero, que alternó sus visitas con Keiko, Sachi y Kenyi.

Sangre, goles y culos podría ser el emblema y marco doctrinario de quienes hacen los cuadros de comisiones en la televisión. Con una recomendación para los jefes de informaciones. Silencien al cojudo que proponga temas como educación y cultura, salvo que los ministros estén programados y entonces les preguntan qué opinan sobre el crimen de la semana aquí o en Conneticutt.

Yo asistí al Congreso Pedagógico, entre otras razones, porque el tema me interesa desde que difundí la única reforma educativa del siglo pasado, tallada y pulida durante el gobierno del general Juan Velasco Alvarado. Eran tiempos en los que desde el ministerio inspiraban la reforma el filósofo Augusto Salazar Bondy, el siquiatra Leopoldo Chiappo, los educadores Walter Peñaloza Ramella, Carlos Malpica Faustor y Carlos Castillo Ríos. Y la oficina difusora era conducida por el periodista Manuel Cisneros Milla, mediante un equipo que yo encabezaba y en el que escribían los poetas José Watanabe, José Rosas Ribeyro, Elqui Burgos y Eduardo Vega, entre otros

Un fundamento de esa reforma fue la comprobación empírica que la educación se imparte en aulas y calles; en colegios y a través de los medios; mediante los maestros, el arte y el deporte. Esa orientación introdujo en las aulas las matemáticas modernas y la historia vista desde el estructuralismo. Fue cuando los chicos se enteraron que Ciro Alegría, José María Arguedas y José Carlos Mariátegui fueron peruanos importantes. Y leyeron a un joven historiador llamado Pablo Macera. El impulso reformista duró unos cinco años. Francisco Morales Bermúdez lo mantuvo en piloto automático hasta 1980. Ese mismo año el segundo belaundismo, con apoyo de Patria Roja, derribaron la ley en el Congreso. Fue cuando Coquito volvió a las aulas en hombros de la derecha bruta y la izquierda achorada.

Toro Arango

Algo de esto desarrolló el sábado 15 el colombiano Bernardo Toro Arango,  durante una conferencia verdaderamente magistral que duró tres horas, en las que habló desde el tema de los griegos según la historia de Arnold Toynbee, el nacimiento de las lenguas, la relativa importancia de las matemáticas y la trascendencia de la poesía y la  música, hasta el arte de enseñar conversando con los niños, a quienes jamás hay que culpar por sus fracasos escolares.

“Si el alumno no aprende es porque nosotros no hemos creado las condiciones y los estímulos”, anotó. Contó que en las escuelas de Canadá, cuando un niño no asimila bien las informaciones que recibe, se encienden todas las luces rojas del sistema. Desde las de seguridad hasta las del sicólogo, incluyendo las de informática y las asistentas sociales. “Pueden hacer falta desde amor hasta vitaminas”, diagnosticó. En otro momento de su charla don Bernardo aseguró que cualquier persona puede aprender cualquier cosa en cualquier momento de su vida, siempre que estén creadas las condiciones favorables. En cierto momento y con una buena dosis de humor interrogó a su auditorio.  ¿En cuánto tiempo aprendería el idioma ruso cualquiera de los varones aquí presentes si durante una visita a Moscú se enamora de una bella rusa que correspondiera a sus requerimientos? Las respuestas flotaron entre tres y seis meses y la carcajada unánime relajó la charla.

Pregunta clave

En cierto pasaje Toro Arango sorprendió a sus oyentes. Tenía información –dijo- que en Lima la cantidad de escuelas privadas amenazaba con superar a las públicas. El auditorio asintió. –Ahora les pregunto y quiero que me respondan con absoluta franqueza, ¿cuántos de ustedes señores directores tienen a sus hijos en escuelas privadas? Tomó a todos por sorpresa. –Alcen los brazos por favor, quienes tengan a sus hijos en escuelas privadas, insistió. Casi la mitad de la concurrencia confesó resignadamente esa apuesta.

La reflexión del maestro fue compasiva. Para sustentarla empleó un principio de la física. –Los entiendo, les dijo, y no estoy en condiciones de condenar esa decisión. Pero sí quiero decirles que durante una tormenta la perturbación de un sistema no depende de la fuerza del viento, sino de la resistencia de los materiales que componen ese sistema. Y ustedes son parte fundamental del sistema educativo peruano; de modo que de ustedes los maestros peruanos, de nadie más, depende que el sistema mejore y sus hijos, o los hijos de sus hijos vuelvan alguna vez a las escuelas públicas.

Toro Arango estimó necesario distinguir lo público de lo estatal. Público  -dijo- es aquello que conviene a todos de la misma manera, sin exclusiones por razón de clase, edad, sexo, partido o religión. Lo estatal, en cambio, es el ejercicio del corporativismo desde el poder.

Agregó que todos los bienes o servicios destinados a la satisfacción de necesidades comunes, que hacen posible una vida digna para todos, son públicos o colectivos por excelencia. El agua, la luz, el alcantarillado, la justicia, la educación básica, la salud preventiva, la vivienda mínima. En principio la calidad de estos servicios debe ser igual para todos. Sería inaceptable que haya agua buena para los ricos y agua mala para   los pobres. Se admite –con injusticia- que los ricos tengan agua para sus piscinas y los muy pobres deban comprarla en latas para beberla. Pero en principio el agua es igual para todos. Ahora les pregunto,  ¿por qué se acepta –y parte de ustedes entre ellos- que haya una educación buena para los ricos y otra mala para los pobres?

Paradigmas cuestionados

Don Bernardo concluyó esta parte de su exposición afirmando que la educación –especialmente en América Latina- será realmente pública cuando estudiar en un colegio privado rinda los mismos aprendizajes y el mismo reconocimiento que estudiar en uno pagado por el Estado, como ha venido ocurriendo en Europa y aún subsiste así en sus principales países, en medio de la extendida bancarrota del ultraliberalismo.

Finalmente el físico y filósofo colombiano cuestionó a fondo los cuatro paradigmas vigentes en nuestros sistemas educativos. Primero –precisó- no debemos aceptar como algo normal que haya dos sistemas de diferente calidad, el estatal y el privado. Segundo, es equivocado definir al educador solo como un docente que expone teorías. Tercero, es también un error darle a los enfoques pedagógicos la condición de clases magistrales. Por último, es error –y grave- valorar la inteligencia como un bien privado, individual y superior a los otros.

-¿Cómo cree que podrían ayudar los medios a que ese entendimiento sea posible?, le consultamos al profesor cuando ya salía del auditorio porque esa misma tarde del sábado se iba de regreso a su país.

Su respuesta fue: -Deben entender que esto de la buena educación para todos no es un asunto de derechas ni de izquierdas, de católicos o musulmanes. Este es para mejorar la calidad de la democracia y garantizar la diversidad.Imagen

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